Historias pasadas · Literatura · Relatos breves

Abuela

A mi iaia Margarita, por su vitalidad y fortaleza manifiesta hasta el último aliento

La abuela se mece arropada por la historia. Cuando ya la luz no permite asumir las tareas propias de la feminidad de su tiempo, adora admirar el crepúsculo acariciando recuerdos.

En alguna parte suena su transistor, dispensando notícias a la atmósfera de un hogar que va quedando a oscuras. Anuncia, como casi siempre, malas nuevas. La abuela, herida de la sociedad del miedo, a veces ha llegado a tener una sensible preocupación apocalíptica, pero parece que se han ido convirtiendo en ecos de una dimensión que queda lejana, y ciertamente inevitable.

Entre los hitos desordenados que deleita su mente, algunas imágenes llegan con más fuerza que otras. Se inquieta al reconocer que algunos rostros, algunos nombres, algunos hechos no se revelan con nitidez. Cuando ocurre se obstina en argumentarme que sus olvidos no tienen que ver con su edad, que ya roza la centuria, pues según ella, la juventud también es despistada y tarambana.

Aprovecho para preguntarle una vez más por las historietas del pasado, aquellas que poblaron nuestros ratos juntas en mi infancia y que aunque sé, redescubro cada vez que las narra: su primer amor adolescente, las atrevidas palabras de cortejo de mi abuelo, el nacimiento de sus hijos, la experiencia de la muerte de familiares queridos…para acabar todos los cuentos tal y como siempre fueron, ambientados por sus risas y sus lágrimas de nostalgia y felicidad.

Tras recuperar el aliento y suspirar el recuerdo me mira e ironiza preocupada que no desea irse. Con una mueca le robo importancia a su confidencia, hablándole de sus posibilidades de vivir cien años… Mientras tanto, la observa impotente la niña que existe en mí.