Literatura · Poesía

Deriva

Aunque el mar estaba en calma aquella tarde,
el oleaje se desató con desafío
en la disputa que iniciamos…
Y ni tu barco, ni el mío se salvó de naufragar en el enfado.
El sonido del silencio vigilaba la frontera de la paz,
y la disculpa,
quedaba muda y prisionera en la cárcel del orgullo.

Y te fuiste sin mirarme, te perdiste a media tarde,
con un nudo de perdón en la garganta, que no quise desatarte.

No podía permitir que supieras más que yo,
que tu brazo no torcieras,
que tuvieras la razón,
aunque te fueras
y sintiera este dolor que la tormenta me ha dejado;
lágrimas que te extrañan, con el alma arrepentida.

Es derrota al fin y al cabo mi victoria,
el descanso soledad entristecida…
Si el ego de tu vida no controlas,
el amor pone rumbo a la deriva.

Con este poema participo en el tercer Concurso de Poesía de Heptagrama